Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

[Automatic translation: EN]
[Traduction automatique: FR]

30 de agosto de 2006

APUNTES PARA UNA LINEA INTERNACIONALISTA


Francisco García Cediel - Corriente Roja


A la hora de abordar las relaciones internacionales, desde una perspectiva revolucionaria, hemos de partir de la constatación de la existencia de tres contradicciones fundamentales que hemos de tener en cuenta, para configurar una línea política internacionalista.

a) La “clásica” contradicción de clase, que enfrenta al proletariado y la burguesía, a nivel mundial.

A este respecto, debemos recordar que esta contradicción afecta a los intereses y no los deseos de los trabajadores respecto a la burguesía, pero esta contradicción general, en la actual fase imperialista del capitalismo, no se traduce automáticamente en que los trabajadores tengan un deseo subjetivo de unidad de clase con independencia del lugar del planeta donde se ostenta la condición de trabajador.

Antes al contrario, la fase imperialista del modo de producción capitalista (que en otros ámbitos se ha denominado “globalización”), hace que un sector de la clase trabajadora de los países imperialistas obtenga beneficios materiales de la sobreexplotación de los proletarios de los pueblos del llamado “tercer mundo”.



Aunque se trate de las migajas que caen de un enorme pastel, esas “migajas” hacen que un sector importante de la clase obrera del centro mundial del imperialismo obtenga ventajas tangibles de la sobreexplotación de sus hermanos de clase de otras latitudes, lo que le lleva a comportarse como “nacionalistas” (se emplea dicho término en la acepción utilizada por Carlos Gutiérrez, como expresión de los proyectos de las burguesías y oligarquías locales para una mejor realización de su beneficio), frente a los intentos de ciertos países de nacionalización de sus recursos naturales y, por consiguiente, de reducir los beneficios de las multinacionales.

Ya en 1916 en “El imperialismo y la escisión del socialismo”, Lenin escribió:

“El imperialismo introduce algunas modificaciones; una capa privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a expensas de los centenares de millones de hombres de los pueblos no civilizados”.

Por tanto, un internacionalismo no oportunista supone una dura batalla no exenta de problemas con sectores de trabajadores “privilegiados” por el status quo planetario, cuyos deseos subjetivos inmediatos de consumo pueden potencialmente verse afectados por procesos de emancipación en países explotados.

Pero junto con esta clásica contradicción hemos de constatar la existencia de otras de capital importancia a nivel internacional.



b) La contradicción que enfrenta a las burguesías y oligarquías imperialistas con los movimientos de liberación nacional del llamado tercer mundo.

Como cuestión previa, una línea internacionalista revolucionaria debe partir de la base constatada de que la tesis de los clásicos del marxismo que predecía que las revoluciones se producirían en aquellos lugares donde hubiera un mayor desarrollo de las fuerzas productivas que posibilitaran que la clase trabajadora fuera muy mayoritaria y decisiva se he revelado falsa.

Los ejemplos de Rusia, China, Cuba, Vietnam, Nicaragua, etc., revelan que las revoluciones triunfantes se han producido en países económicamente atrasados, donde la clase obrera era cuantitativamente minoritaria y en los cuales otras clases como el campesinado se han revelado imprescindibles para el triunfo y mantenimiento del proceso revolucionario. Todo ello con independencia de lo que se pueda pensar respecto al devenir de dichos procesos concretos, o de las causas del fracaso de algunos de ellos.

La realidad histórica, por el contrario, se ha regido por la doctrina según la cual la cadena imperialista se ha roto por el eslabón más débil, dando lugar a procesos emancipatorios en países de la periferia del imperialismo.

Las personas que encabezaron tales procesos eran, en ese sentido, “heterodoxos” dentro del marxismo, cuya voluntad revolucionaria les llevó al análisis concreto frente al apriorismo de los “ortodoxos”.

También hemos de recordar que algunos de esos procesos no se revelaron inicialmente como socialistas, y que las trasformaciones económicas decisivas se produjeron en un momento posterior a la toma del poder. El ejemplo de Cuba es paradigmático en este sentido.

Finalmente, pero no menos importante, debemos considerar que los procesos que llevan al gobierno a movimientos antiimperialistas y antimonopolistas, aun cuando no se revelen como socialistas (al menos inicialmente), contribuyen a debilitar el centro mundial del imperialismo.

Dicho en otros términos, aunque subjetivamente se pueda pensar que dichos procesos están condenados al fracaso, desde la perspectiva del socialismo, es preciso apoyar dichos procesos emancipatorios en cuanto debilitan al “enemigo común”.



Todo ello no quiere decir que no se apoye a aquellos sectores que más decididamente apuestan, dentro de estos procesos, por la construcción del socialismo.

Por el contrario, analizar dichos fenómenos desde unos parámetros apriorísticos, constatando tan solo si cumplen unos determinados requisitos, nos puede conducir a la pasividad de esperar una “revolución mundial”, derivada de una “crisis final del capitalismo”, cómodamente sentados en el sofá de nuestros principios.

Debe primar desde este punto de vista la voluntad revolucionaria de intentar empujar la historia, respecto a una ortodoxia que tiene mucho de eurocentrismo.

A este respecto, en 1957, Mao Tse Tung escribió:


“Marx y Engels no eran más que dos personas, pero ya en su tiempo declararon que el capitalismo sería derribado en todo el mundo. Sin embargo, al enfrentar las cuestiones concretas y a cada uno de los enemigos en particular, si no los tomamos muy en serio, cometeremos el error de aventurerismo.
En la guerra, las batallas solo pueden ser dadas una por una y las fuerzas enemigas aniquiladas parte por parte. Las fábricas solo pueden construirse una por una.
Los campesinos solo pueden arar la tierra parcela por parcela. Incluso al comer pasa lo mismo. Desde el punto de vista estratégico, tenemos en poco el consumir una comida: estamos seguros de poder terminarla. Pero en el proceso concreto de comer, lo hacemos bocado por bocado. No podemos engullir toda la comida de golpe. Eso se llama una solución por partes. Y en la literatura militar se llama destruir las fuerzas enemigas por separado.”



Por tanto, tener muy en cuenta dicha contradicción es fundamental al definir un accionar antiimperialista e internacionalista.

Además, los anteriormente citados planteamientos apriorísticos de la “ortodoxia marxista” tiene mucho de eurocentrismo por cuanto analiza realidades distintas desde la perspectiva de la realidad de clases de Europa occidental.

Poniendo como ejemplo América latina, hemos de tener en cuenta que configura realidades muy distintas a las de nuestras sociedades (y tampoco toda América latina es homogénea).

Uno de los grandes del marxismo latinoamericano; José Carlos Maríategui, escribió en “7 ensayos de la realidad peruana”:

“El Perú mantiene, no obstante el incremento de la minería, su carácter de país agrícola. El cultivo de la tierra ocupa a la gran mayoría de la población nacional. El indio, que representa las cuatro quintas partes de ésta, es tradicional y habitualmente agricultor”.

Aunque ha llovido mucho desde que se escribió tal análisis, éste es en gran medida válido para realidades como la boliviana, lo cual los revolucionarios deben tener en cuenta a la hora de abordar un proceso emancipador en esas latitudes.

En este sentido, hemos de tener también en consideración la existencia en esas sociedades de masas de gente que habita en chabolas, favelas o villas miseria, y cuyo rol en la producción no permite calificarlos ni como obreros ni como pequeño burgueses, no siendo tampoco justo el término lumpemproletariado para definirlos. Es lo que Santucho, revolucionario argentino, definió como “pobres de las ciudades”.


Resulta innegable, por ultimo, que algunos acontecimientos recientes acaecidos en Europa, como los llamados disturbios de las barriadas en Francia, en la que se revela la existencia de bolsas de marginación estructural en la opulenta Europa, hace que sea preciso estudiar como organizar esos sectores para orientar dicha rebeldía en una perspectiva revolucionaria, y para lo cual parecen no valer las estructuras sociales y sindicales tradicionales.

En este sentido, los revolucionarios de Europa también podemos aprender de los procesos revolucionarios de otras realidades aparentemente muy distintas a las nuestras, salvando obviamente las múltiples distancias.

c) Una tercera contradicción a tener en cuenta es la que enfrenta a las burguesías imperialistas entre sí.

Sin tener en cuenta tal contradicción no se podría explicar como la posición de las burguesías norteamericana y británica en cuanto a invadir Iraq fue contestada por las burguesías francesa y rusa.

Incluso podemos hilar más fino y constatar que dentro de cada marco estatal, distintos sectores de la burguesía pueden tener intereses coyunturales contrapuestos, lo que explica que, si consideramos al PSOE como representante de un determinado sector de la burguesía, es claro que los intereses de dicho sector difieren en este punto a los del sector representado electoralmente por el PP.

Puesto que este aspecto no resulta aparentemente tan polémico, no vamos a extendernos demasiado. Tan solo recordar que en nuestro quehacer cotidiano hemos coincidido con sectores ligados a la socialdemocracia en aspectos como la oposición a la guerra de Iraq.



Hemos de seguir afinando nuestros planteamientos para, partiendo del nivel de conciencia de las masas, poner de manifiesto la incoherencia de únos frente a la consecuencia de otros, señalando la incompatibilidad entre la paz y la existencia del imperialismo y el capitalismo, a pesar de las graves dificultades que tiene difundir tales planteamientos en una sociedad donde existe una enorme hegemonía mediática de las ideas burguesas.

Sirvan estos apuntes como modesta aportación a un debate que clarifique en términos reales la labor modesta pero importante que debemos afrontar.


Fotos:

1.- Cartel republicano de la Guerra Nacional Revolucionaria (1936-1939).
2.- V. I. Lenin (1880-1924)
3.- Protestas antiimperialistas
4.- Mao Tse Tung (1893-1976)
5.- Mariátegui (1894-1930)
6.- Cartel de propaganda del PCCh sobre la Comuna de París y Carlos Marx.